En lo profundo de la Reserva Comunal Amarakaeri, en Madre de Dios, se encuentra un enigmático perfil humano tallado en la roca: el Rostro Harakbut. Esta figura, poco conocida fuera de la Amazonía, no es una escultura moderna, sino una formación natural que, por generaciones, ha sido reconocida por el pueblo Harakbut como la representación de uno de sus espíritus tutelares: el abuelo Incacok.
Para el pueblo originario Harakbut, el rostro es sagrado. Según su cosmovisión, se trata de un espíritu ancestral que protege los bosques, los ríos y la vida silvestre, y su hallazgo fue considerado una señal poderosa del vínculo espiritual con su territorio. Aunque su existencia fue negada durante mucho tiempo por foráneos, en 2014 fue documentado oficialmente por líderes indígenas y conservacionistas.
El Rostro Harakbut no solo es un símbolo cultural profundo, también representa la resistencia del conocimiento indígena y la importancia de respetar los saberes ancestrales. Su conservación está estrechamente ligada a la defensa del territorio y a la protección de los ecosistemas que lo rodean.
Hoy, la figura se ha convertido en un ícono de la Reserva Comunal Amarakaeri, un área protegida manejada de manera conjunta entre el Estado y los pueblos indígenas. Cuidar este rostro es cuidar la memoria viva de un pueblo y su inquebrantable relación con la Madre Tierra.